Soy Aurora Villarín, directora y trabajadora social en la Fundación Amanecer. Camino de los 40, estoy en ese limbo de edad que me ha permitido vivir distintas experiencias profesionales.
Fuera del tercer sector, he tenido trabajos muy variados. Durante años, por ejemplo, fui profesora de yoga. Ya dentro del sector, he sido trabajadora social y técnica de proyectos en una entidad centrada en mejorar la calidad de vida de personas con ELA. También he trabajado como trabajadora social -y directora- en centros de día y como trabajadora social en residencias para personas mayores.
¿En qué consiste tu labor en la Fundación Amanecer? ¿Cómo es el día a día?
Coordino el COFOIL de la Fundación, y cada día es una nueva “aventura”. Las jornadas transcurren entre facturas, proyectos, reuniones internas y externas y la entrega de documentación a la comunidad de Madrid. Pero también estoy en el día a día del Centro, apoyando a las personas usuarias, colaborando en el comedor o asegurando que la programación anual se desarrolle lo mejor posible.
Estoy muy bien acompañada: tengo compañeras y compañeros fantásticos, y todas las personas que forman parte del centro son maravillosas. También lo son las personas que integran el Patronato.
¿Qué te llevó a asumir la dirección del COFOIL Amanecer y cuál es la visión para este centro
No había trabajado antes en el ámbito de la discapacidad intelectual y del desarrollo, y coordinar un Centro como este me pareció un reto interesante. En la entrevista sentí que este lugar tenía algo especial. El ambiente es cercano, y el trabajo que se hace -y el que aún se puede hacer- es muy significativo para la vida de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo.
La visión está clara: mejorar su calidad de vida, aumentar su participación en la comunidad, favorecer su autonomía y garantizar que disfruten de los mismos derechos que cualquier otra persona.
El COFOIL Amanecer forma parte de la Fundación, que promueve la autonomía y la integración. ¿Cómo se manifiestan estos valores en el día a día del centro?
En el COFOIL trabajamos cada día para que las personas ganen en autonomía y participen activamente en su entorno. Eso se traduce en pequeños gestos cotidianos, deciden, por ejemplo, en qué aulas, talleres o actividades implicarse. Apostamos por una programación que tenga sentido para cada persona, con apoyos ajustados a sus necesidades. Fomentamos su participación en la comunidad, en actividades fuera del Centro.
¿Cuál es el mayor reto que enfrenta hoy el centro y cómo se está abordando desde la dirección?
El mayor reto es adaptarse a los cambios rápidos y exigentes de la sociedad actual. A eso se suma el envejecimiento de muchas personas usuarias, que requiere apoyos diferentes y respuestas más especializadas. Apostamos por avanzar en aquello que nos mejora como centro y como comunidad: la igualdad real de oportunidades, la sostenibilidad ambiental, la igualdad de género, la accesibilidad en todas sus formas, el impulso de la vida independiente y la inserción laboral. Trabajamos cada día para que estén presentes en nuestra forma de acompañar y de organizar el Centro.
¿Cómo te imaginas la Fundación de cara a los próximos 5 años?
Imagino una Fundación que haya superado muchos de los retos actuales y especialmente conectada con la comunidad. Una Fundación que contribuye a que cada persona viva la vida que elija, con quien decida, cumpliendo sus sueños o, al menos, teniendo la oportunidad de intentarlo, con los apoyos que necesite. Que facilita el acceso a un empleo de calidad, la toma de decisiones y la participación plena en la sociedad.
Y por último ¿Qué tres cosas crees que deberían ser prioritarias a la hora de buscar un cambio social hacia la inclusión?
Cuidados dignos, empleo de calidad y vida independiente.
Aprovecho esta pregunta para sumarme a la campaña de Plena Inclusión #SinRecursosNoHayCuidados, que reclama un Pacto de Estado para garantizar una financiación justa que permita servicios y apoyos dignos. La idea es sencilla: sin recursos no hay cuidados, y sin cuidados no puede haber vida en comunidad.
También es urgente ampliar las oportunidades de empleo de calidad para personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, tanto en la función pública como en el empleo ordinario. Porque el trabajo no solo es un derecho, es también una vía para la autonomía, la participación y la dignidad.
Y, por último, hay que avanzar de forma decidida hacia modelos reales de vida independiente: que cada persona pueda decidir dónde, cómo y con quién vivir, con los apoyos que necesite.